sábado, 9 de marzo de 2019

200.000 MUJERES Y NINGUNA FLOR

Cuando en 1975 se institucionalizó el Día Internacional de la Mujer, que se venía conmemorando desde el año 1911, recuerdo haber dicho que yo lo tuve presente toda mi vida durante los 365 días del año, en honor a mi abuela, a mi madre, a mi esposa a mi hermana, a mi hija, a las que agregué posteriormente a mis nietas y bisnietas.
En los primeros tiempos, esa fecha era dedicada a la lucha por la reivindicación e igualdad de la mujer, luego se fue extendiendo a los derechos laborales y la situación social y en el año 2017 se realizó ya no la conmemoración sino el primer Paro Internacional de la Mujer como protesta contra la violencia machista en todas sus formas y expresiones.
En 2018 se caracterizó por destacar en forma creciente el acoso sexual, la violencia seguida de muerte y la exigencia de la igualdad en el trabajo, tanto oficial como privado.
Ayer 8 de marzo presencié el Paro de la Mujer de 2019 donde las protestas y reclamos fueron más contundentes, consistiendo los principales en la exigencia del aborto libre, sin condiciones y gratuito si intervención oficial de Salud Pública ni de la Justicia, libre albedrío en el sexo, matrimonios igualitarios, educación sexual, aumento de penas para los autores de femicidios. igualdad en la ocupación laboral pública y privada y la creación de instituciones gubernamentales sólo para mujeres, incluyendo un Ministerio.
Se tiene todo el derecho de reclamar por la igualdad de tratamiento y la seguridad de acceder a puestos de importancia sin ninguna discriminación, lo que se viene solicitando desde hace más de 100 años. con bastante progreso últimamente. Sin embargo, un feminismo a ultranza que se manifiesta en estas marchas y manifestaciones, desvirtúa su verdadera finalidad y no conduce al propósito buscado, muy justo y loable sin ninguna duda. Se han observado carteles contrarios al Gobierno, mezclando la política en el acto, además de una profusión del color verde de la esperanza, uniforme de los "colectivos" de abortistas, todo lo cual desnaturaliza lamentablemente el espíritu de la mayoría de mujeres que conformó una multitud cercana a las 200.000 concurrentes.
Un reducido número de fanáticas, sin control, protagonizó un final violento con el ataque con piedras y pequeños elementos incendiarios a la Catedral Metropolitana, cuyas verjas protectoras fueron violentadas, pero el acto se realizó en absoluta normalidad en todo su desarrollo.
Queda una mención personal que deseo compartir con mis contactos y es que recordé con nostalgia las estrofas de aquel verso "cien balcones y ninguna flor" que llevaron mi pensamiento a "200.000 mujeres y ninguna flor" y a la cruda realidad que hubiera afrontado si hubiera tratado de homenajear a la creación más bella de Dios en el mundo con un ramo de flores. Habría sido denunciado y escrachado por acoso sexual.