El artículo del economista Jorge Colina sobre la estructura productiva que lleva al desarrollo nos dice que no se deben gravar ni la inversión ni el empleo.
Señor economista del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), estamos todos de acuerdo con su tesis de que no se deben gravar ni la inversión ni el empleo. Pero, ¿Y los paupérrimos haberes de los jubilados? Aparentemente su omisión es involuntaria o participa de la creencia general y oficial con respecto a la tercera edad en el sentido de que está fuera de toda consideración, pues sus integrantes son un descarte para la sociedad
Es que en verdad llama a la reflexión comprobar esta realidad que afrontamos diariamente y que se halla en todos los órdenes de la vida, por lo manos en nuestro país, donde la ancianidad es una molestia física, cultural y económica. ¿Qué otra cosa podemos deducir si nos atenemos al silencio oficial sobre el organismo de ANSES, la grandiosa y suculenta ubre que alimentó al kirchnerismo y de la cual sospechamos sigue prendido el nuevo gobierno? ¿Qué podemos pensar si de todos los ámbitos del país surge el justificado clamor de exigir una pronta tramitación de los juicios demorados, sin siquiera mencionar, por embarazoso pudor, los cientos de miles de juicios por ajuste de haberes de los jubilados pululando en los tribunales y en las agencias de ANSES, obstrucción intencionada mediante, desde hace largos años.? ¿Qué otro significado se le puede dar a la hacinación de ancianos presos políticos bajo procedimientos judiciales ilegítimos, 349 muertos en ese insólito cautiverio, ante la indiferencia del gobierno, del periodismo y de la ciudadanía sólo preocupada por su bolsillo, cartera y billetera?.
Podríamos ocupar libros enteros con respecto a la consideración, al respeto y a la veneración observadas para la ancianidad en pueblos y civilizaciones antiguas y modernas que contrastan dramáticamente con esta triste realidad que cuesta narrar sin justa indignación.
Sabemos que es producto del odio, la venganza, la deshonestidad y la corrupción que un populismo mafioso inculcó a nuestro pueblo por largos años, y ese virus es muy resistente para desarraigarlo totalmente . Nos sigue haciendo mal.
No hay duda de que soplan nuevos aires de libertad y de respeto que nos van acercando a la urbanidad en las costumbres del quehacer cotidiano y se nota en el ambiente a través de rostros sonrientes, diálogos amables, discusiones moderadas, que hacen más agradable el transcurso de la vida.
Ojalá podamos ser testigos próximamente del acto de ceder el paso o el asiento a un anciano o a una mujer embarazada, del silencio de estridentes bocinas o parlantes en su máximo volumen, de la ausencia de automotores circulando por banquinas, de un permiso, un gracias, un buen día, un pase usted primero, de la obediencia a las reglamentaciones urbanas, en fin de la consideración y cortesía propias de la educación y la cultura. No soy partidario del dicho "tiempo pasado fue mejor" porque generaliza y hubo y hay cosas peores y cosas mejores, pero debo reconocer que estas, si se quiere virtudes, fueron una realidad en los años 30 y 40 resultado de la educación y disciplina recibida del hogar paterno y de los colegios primarios y secundarios.
¿Volverán las obscuras golondrinas?