miércoles, 24 de junio de 2015

EL HIPÓCRITA ZAFFARONI


Por fin el prestigioso matutino condena la designación y antecedentes del Honorable Zaffaroni en su editorial de la fecha. Un poco tarde ya que está todo arreglado, conformado, cocinado, oleado y sacramentado. Hubiera sido muy oportuna la publicación de este excelente artículo, antes de la aprobación de la Corte Interamericana Era necesario. airear estas críticas en el momento de la impugnación de organismos de las ONG. El que los cuestionamientos a Zaffaroni hayan llegado al recinto de la OEA es mérito de la sociedad civil estrictamente, dado que el oficialismo ha promovido esta candidatura ante la mayor indiferencia del resto de las fuerzas políticas.
Diana Cohen Agrest, miembro del "Foro Usina de Justicia", organización dedicada a la promoción de políticas públicas contra la impunidad, se refirió al documento que repudia expresamente la candidatura de Eugenio Zaffaroni. A ello me referí en los artículos "El doblez de Zaffaroni" del 14/6 y "OEA - Zaffaroni no zafa" del día 16/6.
Pero indudablemente hubiera pesado con mayor fuerza la opinión editorial de un diario de prestigio, que no se hizo oir oportunamente. Dice el editorial:

Editorial I

Zaffaroni: el triunfo de la hipocresía y el oportunismo


Los pésimos antecedentes del nuevo juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos convierten su elección en una burla.
"A pesar de las serias impugnaciones en su contra y de un largo historial de escándalos y graves cuestionamientos a su trayectoria, el ex juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni fue elegido como integrante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Para ello, en la asamblea general de la Organización de Estados Americanos (OEA) contó con el voto favorable de 18 Estados sobre un total de 23.
Con sede en San José de Costa Rica, la Corte Interamericana cumple una función de doble trascendencia continental, pues resuelve casos que previamente se sustanciaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y dictamina sobre la interpretación de normas. Ese tribunal ha emitido fallos decisivos en temas que han gravitado en la justicia de nuestros países, como los referidos a derechos humanos y a libertad de expresión. Sus decisiones, si bien no obligan más allá del caso en que se pronuncian, sirven de guía para casos análogos. De aquí su relevancia continental.
Lamentablemente, la Corte Interamericana no se verá prestigiada con el ingreso de Zaffaroni, un abogado penalista con una fuerte aureola de progresismo, un extenso currículum y numerosas obras publicadas que constituyen textos de lectura en facultades de derecho de varios países. Pero su trayectoria, en realidad, choca frontalmente con su presunto progresismo. Las objeciones más serias y fundadas dirigidas a Zaffaroni se plantearon cuando, en 2003, el presidente Néstor Kirchner lo eligió para integrar la Corte Suprema de Justicia. Al tiempo que se le cuestionaba haber sido juez durante la Revolución Argentina y luego durante el régimen militar de Jorge Rafael Videla, se descubrió que tenía deudas previsionales, no había declarado dos cuentas bancarias en el exterior ni dos inmuebles, en San José de Costa Rica y en Madrid.
En aquel entonces, tres senadores exigieron en la Comisión de Acuerdos que había aprobado el dictamen sobre Zaffaroni que se requirieran informes de antecedentes penales de su socio, el abogado Jacobo Isaac Grossman, al trascender que había cumplido prisión por haber liderado en los años 70 una banda dedicada a secuestros extorsivos. Grossman había acompañado en el estrado a su socio durante las siete horas que duró la audiencia pública en el Congreso cuando Zaffaroni respondió a las impugnaciones. Las más graves y documentadas correspondieron al senador radical Rodolfo Terragno, quien afirmó que existían "numerosas objeciones por su compromiso con la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos". Según Terragno, la biografía de Zaffaroni muestra "una peligrosa inestabilidad porque había sido connivente o funcional a un régimen inconstitucional" y que, además, "en 1980 publicó un libro sobre derecho penal militar, supervisado por dos auditores castrenses, en el que defendió circunstancias indefendibles como el derecho penal militar de excepción, legislación por bandos, excepcional necesidad de dar muerte al delincuente y usurpar justificadamente la función pública".
Llama la atención que la existencia de ese libro que reveló Terragno, que habría clausurado toda posibilidad para cualquier otro candidato, no impidiera el nombramiento de Zaffaroni en la Corte Suprema, como tampoco lo impidió ahora en la Corte Interamericana. Por otro lado, Zaffaroni es un fiel defensor del abolicionismo de la pena en materia criminal, posición que, llevada al extremo, conduce a soluciones alejadas de la justicia. Dicha perspectiva lo condujo a firmar una sentencia que consideraba como un atenuante el hecho de que el encargado de un edificio que forzó sexualmente a una niña de siete años concretara el abuso con la luz apagada. Sin embargo, estos antecedentes no tuvieron fuerza para disuadir a la mayoría.
Tampoco pareció afectar su imagen el escándalo que protagonizó en 2011 al conocerse que en seis de sus 15 inmuebles declarados se ejercía la prostitución. Kirchnerista por conveniencia pese a que antes había comparado el proyecto de reelección indefinida de Néstor Kirchner en Santa Cruz con el afán de eternidad del nazismo, contó con el obvio apoyo del Gobierno y por eso no extrañó que la ONG La Alameda lamentara que la Justicia hubiera demorado dos años en citarla a ratificar su denuncia sobre más de 600 prostíbulos en la Capital, incluidos los que funcionaban en departamentos de Zaffaroni. Ese escándalo se apagó cuando el administrador de sus propiedades pagó una multa de 12.500 pesos para cerrar la causa en la que se lo investigaba por proxenetismo a través de esos alquileres.
Como tantos personajes que tienen mucho para ocultar, Zaffaroni adujo no haberse enterado de lo que ocurría en sus departamentos, ni de lo que acontecía durante el régimen militar, ni de las omisiones en sus declaraciones juradas. Su principal mérito es haber sobrevivido y crecido profesionalmente a pesar de sus antecedentes. La clave de la doble moral que lo ha beneficiado la brinda una de sus discípulas dilectas, la diputada oficialista Diana Conti, quien admitió que aquel libro sobre derecho penal militar "es horrible", pero que "a Zaffaroni se le perdona lo que a otros no". Por eso, cuando le preguntaron por qué el kirchnerismo atacó al fallecido fiscal del juicio a las juntas militares Julio César Strassera por haber sido fiscal durante la dictadura, Conti volvió a sincerarse: "Strassera era un opositor. Su posición ideológica fue írrita, entonces las críticas al adversario político son más fuertes. Eso es así en todos lados, es la vida".
No, no es la vida. Es el oportunismo político y la hipocresía. Ese doble estándar, admitido por Conti, es el mismo que otorga protección a Hebe de Bonafini pese a la malversación de fondos estatales en que incurrió la Fundación Madres de Plaza de Mayo y es el mismo que mantuvo en su cargo al jefe del Ejército, general César Milani, pese a las graves acusaciones de delitos de lesa humanidad.

Al amparo de la bandera de los derechos humanos, empleada como disfraz, todo es posible, hasta el arribo de Zaffaroni a la máxima corte americana en la materia. Al margen del cúmulo de objeciones señaladas precedentemente, parece claro que los derechos acordados a todos los particulares por la Convención Americana de Derechos Humanos merecen un intérprete con mejores credenciales.".