Hoy será un día memorable en los
fastos de la historia de un país llamado Argentina. Prescindiendo de la
política partidaria, de las ideologías y de los diferentes conceptos que rigen
la vida de un pueblo, podemos decir que se recuperó la República siniestramente
acallada por un populismo que duró quince años.
Presenciamos un acto público democrático
signado por la libertad de expresión y la educación ciudadana que significó la
apertura de la Asamblea Legislativa por el Presidente de un nuevo Gobierno en
un feliz regreso a las buenas costumbres, al sentido común y a la cultura
política tanto tiempo ausente.
En dos artículos anteriores decíamos
que se especulaba sobre el contenido del discurso del primer mandatario, si
informaría al pueblo sobre la tremenda herencia que le dejó su
antecesora en todos los órdenes de la Administración Nacional, tanto en la
economía como en la infraestructura, en la educación, en la Justicia, en las
relaciones exteriores, en las Fuerzas Armadas, en la inflación, en la línea
aérea internacional, en los organismos y oficinas públicas, en la seguridad, en
la lucha contra el narcotráfico, todo ello infectado con la corrupción
generalizada en todo el ámbito gubernamental.
Por otra
parte, reconocíamos que sería
comprensible y loable que el Presidente se extendiera en los planes futuros a
emprender por el nuevo gobierno, a fin de encarar la recomposición
económica, cultural e internacional del país totalmente paralizado por la
acción devastadora de su expresidente Cristina Fernández de Kirchner. pero
hasta qué punto podía llegar sin el riesgo de provocar el pesimismo de un
pueblo castigado por la mentira, la inseguridad, la pobreza, la droga y
el soborno.
¿Existe
un catálogo de prioridades a que debe ajustarse un presidente para conformar a
toda la sociedad?. No. Entonces, ¿cuál sería el meollo de su primera disertación
ante el Congreso Nacional, el Poder Judicial, ministros y gobernadores?
Pues
bien, tuvimos la respuesta a nuestra inquietudes y nos encontramos con el
discurso de un estadista que, en su primera mitad, expuso con crudeza la
desastrosa herencia recibida, sin adjetivaciones pero con especificaciones concretas y contundentes
basadas en la realidad. En la segunda
mitad, como habíamos previsto, se explayó sobre las leyes que enviará al Congreso destinadas a
reflotar la economía, con la buena noticia recibida sobre la finalización del
default mantenido por quince años, al arribar a un acuerdo con los fondos
buitres.
Quedó
en deuda con los dos específicos temas señalados en los artículos citados. El
primero de ellos sobre los Derechos Humanos y los presos políticos. Sólo hizo
una referencia a los primeros al hablar sobre la justicia. Ignoró
lamentablemente a los segundos, víctimas de la venganza y que continúan
muriendo en cautiverio.
Habló
de la necesidad de dar solución a los juicios de los jubilados, aunque no
prometió el pago de las sentencias, y de un estudio que parecería se va a realizar
con respecto al 82% móvil sin ninguna otra aclaración.
¿Y ANSES? nos preguntábamos y nos seguimos
preguntando, ya que ni siquiera la nombró, aunque dejó la promesa de informar
el estado en que se recibió cada uno de los organismos del Estado. Mantenemos la esperanza de que entre ellos
figure ANSES.
Finalmente,
consideramos que el discurso del presidente Mauricio Macri ha representado un feliz regreso a la cultura
ciudadana, como decíamos al principio, un saludable renacer de la democracia
que apela a la unión de todos los argentinos.