viernes, 8 de diciembre de 2017

EL SENTIDO COMÚN


En los gobiernos democráticos, monárquicos. oligárquicos, populistas, dictatoriales, y de todo calibre existen leyes, ordenanzas, protocolos reglamentaciones que tratan de ordenar el desarrollo de las actividades civiles del ser humano de la mejor forma posible, aunque es sabido que por lo general no se cumplen, por el ciudadano de a pie como por el funcionario de a carroza.
Nuestro querido, agotado y azotado país no escapa a esas vallas políticas y culturales, que se saltan olímpicamente al igual que en los eventos deportivos.
Un ejemplo que se adapta como media al pie o anillo al dedo es el del problema suscitado en nuestro país en relación con el caso penal abierto a la expresidente Cristina Fernández, acusada de “traición a la patria”. La gravedad del caso gira alrededor de la orden judicial de pedir su desafuero como senadora para proceder a su prisión preventiva.  Se ha desatado un alud, catarata, vendaval, huracán de opiniones políticas en todos los círculos mediáticos, culturales, sociales, parlamentarios, sindicales, que no consisten en debates basados en razonamientos ilustrados y respetuosos, sino  en contundentes y golpeadas sentencias irrebatibles, proferidas con gestos adustos cuyo representante más análogo a esta adjetivación es el periodista Nelson Castro, cuyas afirmaciones en contra del fallo del juez, son clases magistrales de derecho penal  dictadas a través de la pantalla con la seguridad de no ser rebatidas por los desarmados televidentes que sólo atinan a arrojar un almohadón al televisor, en desacuerdo con la doctrina garantista del profesor prostibulario Zaffaroni.
La ceguera de una ideología y una petulancia ridículas no se amilana ante hechos similares que no son considerados por el gran censurador de las opiniones ajenas. Sin ánimo de entrar discusiones bizantinas, tenemos los casos de más de dos mil prisioneros políticos en los juicios de lesa humanidad, que sufren prisiones preventivas desde hace varios años sin sentencias y en algunos casos sin siquiera procesos  que son un paradigma de la injusticia alegada por el batallador periodista, es decir , la libertad del acusado, considerado inocente, mientras no se pruebe su culpabilidad.  El blasón que estima como un honor a su conducta profesional de comunicador periodístico, se le cayó en esta oportunidad porque jamás ha dedicado  su doctrina a la  defensa de los casos citados.
Abono la opinión de que es de rigor el desafuero de la ex mandataria, aunque no haya sentencia definitiva y me baso en el simple hecho de que esa sentencia puede demorar más de 20 años.
La acusación es la más grave contemplada en el Código y ante la duda sobre su culpa o inocencia, es inmoral que represente a una provincia como senadora.
En el blog anterior hicimos mención a las consecuencias que puede deparar el remanido “costo político” cuyo valor prevalece sobre el costo social que debe primar en la promulgación de una ley. El mismo concepto mencionamos con relación a este caso que compromete el acuerdo político de las reformas jubilatoria,tributaria y laboral. Nos encontramos ahora con un fárrago de leyes, jurisprudencia, opiniones de constitucionalistas, legisladores, políticos los inefables periodistas y consultores, que sólo traen confusión kafkiana al problema
Ante tanta incertidumbre, fuera de toda solución legal y convencional, aparentemente inalcanzable, debe privar el sentido común y buscar una figura de forma legal, para que se tome la decisión unánime o mayoritaria de otorgar licencia  o separación provisoria del cargo a la senadora, hasta tanto se pronuncie la sentencia. Con ello se evitaría que una persona, objeto de gravísimas acusaciones, si resultara culpable, haya asumido como senadora y ejercido sus funciones durante varios años, como “Traidora a la Patria” En el caso inverso, de obtener la sentencia favorable, se integraría con honor a la Cámara de Senadores. 
La sugerencia no es descabellada pues el sentido común es producto de la experiencia, como reza el título de nuestro blog, “Habla la Experiencia” y se construye por la realidad y la cultura. Para la Real Academia Española el sentido común es “Todo aquello que es consecuencia de lo natural y legítimo” Hay un dicho popular que dice que el sentido común es el menos común de los sentidos, y aunque es una bien construida ironía, en la realidad  muchas veces puede ser cierto.
Personalmente, lo he sufrido, pues hace muchos años, luego de la Revolución Libertadora, mi sentido común fue pensar que el peronismo había terminado.