jueves, 17 de mayo de 2018

REQUIEM PARA UN ACTOR


De paseo por los programas de televisión, el actor Gerardo Romano se dedicó a criticar a todo el mundo y al gobierno desde el primer funcionario, Macri, hasta el menos ranqueado ordenanza de la administración pública. "No soy un cagón y tengo las pelotas bien puestas" afirmó con arrogancia, no exenta de petulancia. 
Pero la sorpresa de los oyentes fue su aberrante opinión sobre los jubilados. "Yo soy un viejo pero me mantengo y trabajo, no soy un viejo choto que se rasca los huevos ni ando dando lástima por ahí. Hay algunos jubilados que es preferible sacrificarlos". Esta declaración provocó una ira generalizada, pero en el ámbito de mi espacio fue tomada con delicada atención para desmenuzarla y analizarla a fin de redactar un comentarla sin insultos ni agravios de por medio.
Comencemos por señalar que su misión en la vida es el arte de representar diversos papeles, que, según los críticos del arte escénico, es excelente, pero reconozcamos que su mejor papel debe ser el de siniestro asesino de venerables y vulnerables ancianos que gozan de reducidos haberes, luego de haber aportado durante cuarenta años. Papel éste que desempeñaría desprovisto de suspensores para poder disfrutar del deleite masturbador ocasionado por su  necrológica fantasía.  En ésta, su especialidad deja de ser ficticia, para convertirse en una realidad escabrosa.
Continuando con sus finas expresiones, observamos el orgullo que siente por sus colgantes orejones que dice tener bien puestos, y con toda seguridad muy deseoso de exhibirlos Es el caso de preguntarle si sus adminículos genitales sólo los usa en función de gritar verdades extraídas del centro fecal de su cerebro, u obedecen a la imperiosa necesidad de resaltar un símbolo de su figurado machismo. 
"No soy cagón", manifiesta en un rapto destinado a ocultar su diarrea intelectual. "lo que pienso, lo digo" dice, haciendo gala de su sinceridad. A mi entender, dadas las características lúgubres a que se refiere, la verdadera expresión sería: lo que pienso. lo vomito. ¡Y vaya que vómito luctuoso!.
Todo esto me trae el recuerdo de una serie de crímenes de ancianos cometidos en los EE.UU. en los años 70s, de gran resonancia en aquella época. Se trataba de una logia de jóvenes intelectuales que salieron a matar sistemáticamente a parejas de ancianos, por razones fisiológicas, es decir ya habían vivido demasiado tiempo, molestaban en la sociedad y les quitaban espacio a la juventud; la limpieza era necesaria. Lo extraño de estos casos era que los motivos eran ideológicos, por cuanto no robaban a sus víctimas a pesar de que muchos gozaban de un buen pasar económico y hasta joyas a la vista no fueron tocadas.
Otro de los rasgos tenebrosos observados era que antes de cumplir con su impuesta obligación, informaban a sus víctimas de que iban a ser eliminadas y se recreaban largo tiempo en pincharlas, tajearlas y torturarlas, gozando con fruición de esas prácticas. 
La tenebrosa banda fue descubierta y sus integrantes fueron condenados, la mayoría a la silla eléctrica.
Son éstos, misterios insondables de la naturaleza del ser humano que se reproducen en las últimas décadas con los atentados criminales indiscriminados de gente en lugares y calles públicas por el terrorismo musulmán. Es un total desprecio por la vida.
No creo que el distinguido actor sea capaz de ejecutar los sacrificios deseados en su "valiente" declaración , no obstante poseer los atributos testiculares a que hace mención, pero suponemos que su reacción sería favorable de producirse su incitación.
Es natural que condenemos enérgicamente sus opiniones, alegremente vertidas en los acostumbrados shows mediáticos televisivos, ojos y oídos de nuestra cultísima sociedad, pero sin esperar las interesadas disculpas que le estarán insinuando los que abrevan con sus artísticas actuaciones.