sábado, 20 de diciembre de 2014

NUESTROS EMBAJADORES

Presentó sus credenciales al Papa el nuevo Embajador ante el Vaticano, Eduardo Valdés, acompañado por el titular de la Cámara de Diputados, Julián Dominguez.
Ignoro si el protocolo diplomático contempla este acompañamiento, pero resulta un tanto descolocado por cuanto el Sumo Pontífice había declarado que, en virtud de las campañas electorales, no recibiría a ningún político argentino.
En cuanto al nuevo representante argentino ante la Santa Sede, le deseamos .éxito en sus delicadas funciones.
Antes de su presentación el señor Valdez expresó ante la prensa argentina:
"A la Presidenta y al Papa les gusta mucho encontrarse. No le puedo decir que se está trabajando una fecha, porque no la hay, pero tanto a Francisco como a Cristina Kirchner les hace bien encontrarse y al país, a la Argentina, le hace muy bien. Y por supuesto yo voy a medir mi gestión por cuántos encuentros entre el Papa y la Presidenta hice. Y ojalá que pueda al menos igualar a la de Juan Pablo Cafiero.
El papa Francisco habla de Cristina como su amiga nueva", dice, eufórico A juzgar por los resultados, ha hecho bien la tarea. Cristina Kirchner le estará eternamente agradecida por sus buenos oficios de mediador. Y muchos otros integrantes del oficialismo, incluidos los dirigentes de La Cámpora, nunca olvidarán que gracias a él tuvieron sus cinco minutos de gloria junto al Sumo Pontífice."
Entiendo que no fue muy feliz su declaración de que irá a medir su gestión en una carrera de encuentros con el ex embajador Cafiero. Su verdadera gestión será la de propender a un mejor acercamiento de las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno.
Se atrevió a juzgar la tarea del Papa, afortunadamente en forma positiva.
Por último, producto de su emoción, se excedió en los "cinco minutos de gloria de los dirigentes de La Cámpora."
Siempre he considerado que el espejo de nuestro país en el extranjero se refleja en la capacidad, idoneidad y cultura de nuestros embajadores, ministros y cónsules. Así ganamos prestigio con un cuerpo diplomático de primera línea, prestigio que se ha perdido por completo desde hace largos años, debido a designaciones políticas de funcionarios ineptos en temas diplomáticos y muchas veces con un bajo índice de cultura. Termino con un ejemplo, sin menoscabo personal, aclaro. El sillón que ocupó el fallecido Embajador Plenipotenciario en Londres, Ortiz de Rozas hoy es ocupado por la ex azafata Alicia Castro.

Raspando el Barniz

La constante verborrea de frases sin sentido, inoportunas y en la mayoría de los casos abstrusas, que a menudo pronuncia nuestra Presidente con el objeto de aparentar cultura e inteligencia, se manifestó en su opinión sobre la reanudación de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Lo señalamos en su oportunidad cuando dijo: que "los yanquees tardaron 53 años en darle la razón a los cubanos." No se trata de quién tuvo o tiene la razón, es un entendimiento que ojalá rinda sus frutos, en especial para el pueblo cubano que tiene la chance de salir de un sometimiento infame y conocer los beneficios de la democracia.
Pero puestos en su equivocada afirmación, pareciera que el asunto es a la inversa, según leemos en un sagaz artículo del periodista Carlos Lauría :
"Para desmontar un sistema tan restrictivo y arcaico, será necesario el compromiso ineludible de Cuba para ratificar e implementar los pactos internacionales sobre derechos humanos que ha firmado, para garantizar la libertad de expresión e información, incluido el uso de Internet, la liberación sin condiciones de todos los periodistas presos y el desmantelamiento de un andamiaje legal obsoleto que castiga hasta con penas de cárcel cualquier tipo de periodismo independiente.
Dos años después del triunfo de la revolución cubana, Fidel marcó los límites de la libertad de prensa en Cuba con una recordada frase: "Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada". En este nuevo escenario, Cuba necesitará reinventarse, pero sobre todo aceptar que el derecho a la libertad de expresión existe dentro de cada persona y no es un regalo concedido por el Estado."
Finalmente, siguiendo la línea argumental de la Presidente, los cubanos tardaron 53 años en darle la razón a los yanquis. Ni equivocándose acierta con sus sentencias.