martes, 16 de marzo de 2021

EL DECISIVO ATAQUE FINAL DE CRISTINA

La designación del diputado nacional, Martín Soria, como ministro de Justicia de la Nación, ofrece dos aristas de inevitable mención. Una de ellas se refiere a las primeras declaraciones públicas que lo señalaron como defensor de los procesados por delitos de corrupción del gobierno anterior, como si fuera su principal función en la administración de la cartera.

Mencionando al caso más importante, el flamante ministro dijo textual: 

"Conociendo a la vicepresidenta, ella no querría cambiar jueces. Ella quiere, como cualquier ciudadano que no tuvo nada que ver y es inocente, al que lo acusaron mediática, política y judicialmente, porque eso es el lawfare, que sea la misma Justicia que la libere de culpa y cargo y es lo que corresponde cuando no hizo nada".

"Vengo a comenzar la transformación del Poder Judicial."

Aseguró que buscará "desarmar el lawfare y la mesa judicial" y criticó al procurador Eduardo Casal, en su primera declaración pública tras ser nombrado en el cargo.

Resulta innecesario destacar que  estas declaraciones, hechas públicas antes de asumir, por cuanto aún tiene que aceptarse su renuncia como diputado, configuran una patente intromisión inconstitucional que debiera ser impugnada previamente a la toma del cargo. 

La segunda arista, que parece no haber sido advertida en la verdadera importancia que reviste, es  el "sorpresivo" sobreseimiento, hace pocos días, de Martín Soria en una causa por cobro de aportes involuntarios del 6% de sus sueldos, a gran parte de su Gabinete cuando se hallaba al frente de la intendencia de General Roca, cuyo monto total por él recaudado llegó a los 450.000 dólares.

¿Sería éste el motivo de la demora excepcional de una semana que se tomó el presidente para concretar el nombramiento de su favorito?

Como dijimos en anteriores artículos, el atolladero en que se mete el gobierno para borrar los juicios de corrupción, cada vez más cercanos al solemne fallo de culpabilidad, lo obliga a cometer irregularidades de todo tipo y tamaño. Saltear las leyes, atacar al periodismo independiente,  fingir un autoritarismo muy alejado de su manifiesta debilidad, buscar enemigos que alimenten su odio y su venganza, amenazarlos, agraviarlos y enjuiciarlos. 

Apelar a la mentira, al relato, a todas las maldades que figuran en el manual de Cristina Fernández de Kirchner, la verdadera gestora de nuestro derrumbe.