sábado, 25 de febrero de 2017

MIS NIÑOS Y MIS ANCIANOS


Los tiempos actuales nos están mostrando una visión preocupante sobre la cualidad e índole de la naturaleza humana de nuestra sociedad. Es cierto que siempre han existido grados de egoísmo, indolencia, agresividad y ambición propias del ser humano, en diferentes etapas de la vida, pero nunca pude suponer que estos vicios se revelaran a mis ojos en forma tan patética y deplorable en nuestros días.
Me ha preocupado constantemente la educación de los niños, rehenes siempre de la política, sometidos a planes de estudio ideológicos, a procedimientos de calificación pedagógica de carácter populista que los lleva a una total desorientación, que no miden su capacidad en los exámenes, proporcionándoles una igualdad ficticia conformista que les quita todo deseo de adelanto y mejora.
Permanentemente han sufrido las medidas de fuerza de los docentes que los utilizan como carne de cañón para el logro de sus exigencias, la mayoría influenciadas por la política sindical, prolongados días sin clases que parece no importar a nadie.
Evidente, los niños no pueden hacer huelga para que sean escuchados en la defensa de sus derechos y son testigos de la marcha con tambores, banderolas y gritos destemplados en espectáculos vergonzosos de aquéllos barbudos mal entrazados, que son llamados a educarlos. Las clases magistrales a cargo de militantes de la Cámpora, durante más de catorce años con un muestrario de símbolos, banderines, y enseñanzas del relato y las revisiones históricas que anulaban a nuestro sagrado pasado, con próceres incluídos, tuvieron su resultado negativo con la pobre clasificación de nuestra juventud en los eventos internacionales. 
En una palabra, como dije, los niños son sus rehenes..
Contemplemos ahora la afectuosa y adecuada atención de que son objeto nuestros ancianos en el devenir diario de sus últimos años de existencia. Nuestra definición no sería la más apropiada para los ojos y oídos de nuestros pacientes lectores, pero eludiendo esos términos y yendo a la cruda realidad podemos afirmar que, más por perversidad que por desinterés, son condenados al descarte, sin piedad ninguna. Recuerdo en mis años de mocedad cuando asistía a reuniones familiares y sociales, tenía una especial preferencia por acercarme a los ancianos, con respeto y afecto, para escuchar sus relatos de tiempos pasados y aprender de su valiosa experiencia.
Es bien conocida la respetuosa consideración que en los gobiernos de la antigüedad se brindaba a los ancianos, los que formaban parte de los mismos como consejeros y o senadores, apreciados por su experiencia. En países modernos  he podido presenciar el buen trato que la sociedad y los gobiernos  les brindan con privilegios ambientales y de recreación adecuados a su edad. Sobre este particular es mucho lo que he escrito en mi blogspot, pues es otro de los temas que me apasiona. En un lejano blogspot de enero de 2015, escribía: "La tercera edad existe y no es descartable,. La ingratitud y el desprecio hacia los mayores no puede tener cabida en una sociedad cualesquiera sean su identidad política o su ideología." 
En la Carta Abierta que le enviara al señor Presidente Mauricio Macri, el 23 de febrero, me hago cargo de la defensa de los jubilados, no por mi caso en especial que sólo cito como ejemplo, con datos concisos y reales, sino por los sufridos litigantes objeto de una dramática injusticia y de un trato inhumano.
Así como hablábamos de los niños, también los ancianos son rehenes de los huelguistas, pues el sindicato de la Justicia había quitado la colaboración al programa de los jubilados, lo que impedía llevar adelante las homologaciones correspondientes al plan de Reparación Histórica. La medida de fuerza era para que se nombrara nuevo personal.
Veamos entonces:  no hay clases, que los niños no estudien, no nos interesa que se “aburran”, hacemos huelga de tres días y la semana que viene otros tres días. Son indefensos y vulnerables.
No trabajemos en los tribunales, que los jubilados se mueran de hambre, son indefensos y vulnerables.
Aquí estamos en la presencia más expresiva de la famosa máxima. “El fin justifica los medios”.
Queda demostrado el por qué de mi visión preocupante sobre la naturaleza humana de nuestra sociedad. Los niños y los ancianos ya no cuentan para nada y son despreciados. Son nuestros prójimos más cercanos si cabe la redundancia y a ellos se refirió Nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo:
-“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
-“Amarás tu prójimo como a ti mismo”.
-“No existe otro mandamiento mayor que éstos".