viernes, 11 de diciembre de 2020

EL RELATO

 Inspirado en el alegato de un preso político de lesa humanidad hace 10 años.

Nadie debe defenderse por haber ganado una guerra justa. Y la guerra contra el terrorismo fue una guerra justa. Sin embargo, yo estoy aquí procesado porque ganamos esa guerra justa. Si la hubiéramos perdido no estaríamos acá, ni ustedes ni nosotros, porque hace tiempo que los jueces de estos tribunales habrían sido substituídos por turbulentos tribunales del pueblo, y un nuevo país corrupto hubiera surgido en lugar de la Patria. Porque ganamos la guerra de las armas y perdimos la guerra psicológica. Quizá por deformación profesional estábamos absortos en la lucha armada. Ese ensimismamiento nos impidió ver con claridad los excepcionales recursos propagandísticos del enemigo y mientras combatíamos, este sistema de persuasión comenzó a arrojar las sombras más siniestras sobre nuestra realidad, para convertir en agresores a los agredidos, en victimarios a las víctimas, en verdugos a los inocentes. Así nació vuestro relato, vuestra mentira y el adoctrinamiento.
Cuando el enemigo se dio cuenta de que empezaba a perder la guerra de las armas, montó un espectacular movimiento de amparo bajo el sagrado tema de los derechos humanos. Se trataba de un guerra psicológica totalmente desprovista de buenos sentimientos, una política de estado publicitada con fines de captación ideológica y electoral aplicable los juicios llamados de lesa humanidad. Nunca ninguna de las entidades beneméritas de personas que alzan sus voces por los derechos humanos dijo algo sobre las víctimas del terrorismo, por el contrario, se dedicaron sistemáticamente a la persecución implacable de cualquier uniformado, militar o policía y ustedes les dieron la bienvenida como falsos testigos, muchos de ellos bajo riguroso entrenamiento.
Aquí estamos protagonizando el teatro armado de un juicio inconstitucional, los vencedores son acusados por los vencidos. Y yo me pregunto: ¿En qué bando estaban mis juzgadores? ¿Quiénes son o qué fueron los que tienen hoy mi vida en sus manos? ¿Eran terroristas? ¿Estaban deseando que ganaran los represores? ¿Eran indiferentes y les daba lo mismo la victoria de unos que la de otros?
Lo único que yo sé es que aquí hubo una guerra entre las fuerzas legales y el terrorismo subversivo, perfectamente justificada por la orden de represión del Gobierno Constitucional, De eso no cabe ninguna duda.
Señores terroristas con ropaje legal, armas bajo vuestras togas y abultadas billeteras en los bolsillos, mi futuro es una celda sucia. Lo fue desde el día que comenzó este amañado juicio y allí transcurrirá mi vida biológica, ya que la otra, la vida creadora, la vida de la inteligencia, la vida del alma se la entregué voluntariamente a mi querida Patria. De una cosa estoy seguro, Cuando la crónica y el relato se vayan desvaneciendo, la historia será más nítida y real, y mis hijos y mis nietos pronunciarán con orgullo el apellido que les he dejado.