No es noticia novedosa que Cristina Fernández de Kirchner maneja a su
país como la dueña de una estancia. No vemos el momento de que al término de su
mandato se reintegre finalmente al lugar que le corresponde. La
enumeración de los hechos que son testimonio de este comentario sería demasiado
extensa y por demás conocida, pero no resisto el impulso de resaltar los últimos episodios de esta larga saga que la coloca en la verdadera dimensión de su
equivocado concepto de propiedad.
En efecto, justificando su decisión personal de ausentarse de los
tradicionales Te Deum en la Plaza de Mayo, que todos sabemos se debió a su
manifiesta enemistad con el ex Arzobispo de Buenos Aires, hoy el Papa
Francisco, Cristina optó de nuevo este año encabezar el Te Deum en el interior
bonaerense por "razones afectivas". "La motivaron su fuerte
devoción a la Virgen de Luján y el recuerdo de que el tedeum del Bicentenario
en ese templo histórico fue la última celebración religiosa que compartió con
Néstor Kirchner".
¿En algún momento tomó en consideración el pensamiento y los
deseos del pueblo? De ninguna manera, prima su voluntad y su afección
personal sobre todas las motivaciones históricas. tradicionales y protocolares
que han regido los actos públicos de la Nación.
Es tal el error de ubicación y del conocimiento cabal de sus funciones
como presidente de un país democrático, que llegó a ordenar a la banda militar
del regimiento Granaderos de San Martín la ejecución del Himno Nacional al
ritmo de una cumbia, para bailarlo en medio de la Plaza de Mayo con la
ondulación de sus caderas al estilo propio de una vedette.
Por su cuenta y riesgo ordenó en varias oportunidades al capitán del
avión presidencial, en vuelo oficial, efectuar escalas imprevista fuera de la
agenda programada, al solo efecto de satisfacer sus deseos personales por
razones turísticas, económicas, o antojadizas de otro orden.
En su viaje de regreso de la China dio órdenes terminantes para que no se informara oficialmente la fecha, hora y lugar de aterrizaje en el país. Semejante insólita decisión fue obedecida
hasta por los medios privados, que silenciaron su arribo. La obligada difusión
de los actos oficiales, la diplomacia, el sentido común fueron dejados de lado, una verdadera ofensa
a la opinión pública, a los funcionarios del gobierno, a las representaciones
extranjeras, en especial a la embajada china que debió esperar su regreso, como
corresponde, sin que se brindara una explicación sobre los motivos de esta insólita medida.. Dio pábulo,
naturalmente, a rumores sobre cierto “exceso de equipaje” que llenaba las
voluminosas bodegas del Boeing presidencial.
Es evidente que su comportamiento es propiamente el de la viuda de un estanciero
puesta a administrar con soberbia y petulancia y sin la capacidad e idoneidad necesaria una
herencia recibida de improviso
Esta falta de criterio se une a un erróneo entendimiento de autoridad,
que ha confundido en forma permanente con autoritarismo, de modo que la
conducción del país se ha transformado en el capricho de las veleidades de una
advenediza imbuída de ambición y de poder.