domingo, 11 de octubre de 2015

EL CRIPTOGRAMA


Divaguemos un poco, tengo 92 años, una computadora, facebook, un blogspot,  y me entretengo con el criptograma de la revista de La Nación. Los domingos al mediodía me siento junto a mi Johnnie Walker,  una medIda  y me sumerjo en el laberinto de las letras mezcladas con números. Es un divertimento muy especial que me obliga a pensar, analizar, buscar sinónimos, entrar en la historia, la filosofía, la lógica, el arte, la política, la geografía , todas materias que fueron la formación de mi juventud.  No consulto diccionarios, ni ninguna otra ayuda que desmerecería el logro de una honesta solución. Debo responder al test de preguntas, mediante palabras que inserto en las casillas numeradas, cuyos números vuelco al espacio inferior que transcribe la página de un libro cuyo autor aparece en la lectura vertical de las primeras casillas a la izquierda. A veces demoro casi dos horas, y otras lo resuelvo en poco más de media hora.  El ejercicio mental incentiva mis neuronas, agudiza mi inventiva de adivinar posibles palabras con sólo dos o tres letras bajadas  y rememora mis antiguos conocimientos adquiridos en el colegio y en la universidad. Me da la impresión que prolonga mi vida útil y desafía fuertemente a la memoria.
Soy porteño y hace más de cuarenta años que resido en las hermosas sierras cordobesas. Este relato que parece descubrir un paraíso, cuenta también con dificultades ya que  a veces, por razones climáticas, huelgas, paros, piquetes y otros rubros de actualidad que en mi época no eran muy comunes, sucede que el diario no llega a estos maravillosos paisajes. Busco entonces solucionar el problema recurriendo a mi computadora donde ubico el pasatiempo y lo imprimo.  Pero no todo son luces en el camino; se apagan cuando en la edición digital de la revista omiten ingresar mi pasatiempo favorito.  Cuando esto vuelve a  suceder en domingos sucesivos, formulo mis reclamos respetuosamente; pero no hay solución ni respuesta a mis mails.  Acudo entonces a la ayuda de algunos periodistas del diario, pero sólo uno de ellos se enternece de mi  percance y logra hacer reponer en la página el criptograma. Luego de cinco meses sobre ruedas, se produce al parecer una falla técnica ya que en la página se invita a imprimir el juego pero aparentemente la nueva y moderna programación no funca (término aceptado), Renuevo entonces mis justos  y aceitados reclamos, pero la historia se repite y no hay solución ni respuesta.  Surge nuevamente mi antiguo salvador que, no teniendo jurisdicción sobre el tema. amablemente se preocupa e interfiere en mi favor. A pesar de su buena voluntad se reproduce nuevamente la leyenda para imprimir el criptograma, con indicaciones erradas que, por supuesto, no dan resultado.
Ya van cuatro domingos seguidos en que el panorama no aclara y el criptograma falla a la cita.
Esto parece el cuento de la nueva pipa, pero me ha incitado a escribirlo en éste mi blog “Habla la experiencia”, pues si lo hago por medio de cartas de lectores, nuestro prestigioso matutino se cuidaría muy bien de publicarla y cualquier otro colega de los medios periodísticos se abstendría por razones entendibles.
Estoy censurado, de modo que vayan aquí mis impresiones que tienen un sabor nostálgico, como verán.
En primer lugar, allá por los años cincuenta cuando venía a veranear a las sierras, o en mi viaje de luna de miel, nunca me faltaron los diarios de Buenos Aires; los aviones de Su Compañía volaban a Villa Dolores y a La Cumbre y mi diario preferido por su imparcialidad y su crítica a la dictadura peronista, era La Prensa. Pagó su valor con la expropiación.
No existían las obstrucciones diarias y piquetes que impedían la total circulación en calles y avenidas y las huelgas no gozaban de la superabundancia actual, en especial  los servicios aéreos.
No voy a negar su existencia, pero no eran frecuentes ni salvajes como las que observamos en la actualidad.
La correspondencia intercambiada con periódicos y revistas, vía el correo postal, era regular y su demora no pasaba de un  día.  Había un particular respeto en  lo concerniente a las respuestas epistolares a las quejas y a los reclamos, en claro contraste con la desconsideración de hoy en día.
Téngase en cuenta que no me refiero a otras comparaciones que pueden hacerse con respecto a gravísimos problemas en el orden nacional, que colman nuestra paciencia pero que podría resumir en tres palabras. La cadena nacional.
En este caso en particular mi propósito es distraer a mis contactos y amigos virtuales, con una perorata de desahogo que me permite dar a conocer problemitas de monto menor que no puedo hacer llegar por los medios comunes.
Antes de dar término a mi fresca narración, que es una pequeña medicina como desahogo momentáneo, vuelvo a referirme a la autocensura o indolencia de nuestro periodismo que no expone con la debida amplitud los graves problemas de la situación en medio oriente. Mis cartas no se publican.
Se difunden noticias, pero no se brinda una opinión realista que le asigne la importancia que tiene. Por ese motivo escribí en mi blog el artículo “Un agudo discurso en el lugar adecuado” el 8 de octubre de 2015, que les sugiero leer con detenimiento.  No es para que se critique o tome partido por el discursante, sino para que se adentren en el peligro que acecha a la humanidad. La disertación es un poco extensa porque desarrolla un resumen histórico muy interesante de las guerras religiosas y el choque de civilizaciones. pero su advertencia de la cercana posibilidad de un enfrentamiento similar es un alerta preocupante.