En su inaguantable cadena 44, la Presidente va dado muestras de un empeoramiento mental que acompaña con gestos, miradas, raptos de enojo, sonrisas pueriles, y reacciones súbitas que llegaron al baile casi desenfrenado con movimientos corporales desagradables.
Es necesario decirlo, y si por temor, indiferencia o complicidad, se calla , debemos reconocer que nuestra sociedad está enferma, quizá por el monárquico contagio. Ayer nos demostró en una frase su enfermiza ambición de poder, y la carencia de sentido común sobre lo que habrá querido expresar. Dijo:
"”Algunos soñaron con prohibir el nombre de Perón, otros creen que estando fulanito o menganito puede cambiar la historia, pero no se dan cuenta de que él y quien les habla somos un instrumento de la historia para que los argentinos se empoderen de derechos y por eso para mí es tan importante todo lo que hemos construido, todo lo que hemos vivido y vamos a seguir viviendo".
"Él y quien les habla son el instrumento de la historia para que los argentinos se "empoderen" de derechos "(sic)
Es una afirmación delirante de grandeza que supera los límites de la razón. Además utiliza reiteradamente el término empoderamiento ya como una adicción, pues debe ser la quincuagésima vez que lo pronuncia en sus magistrales peroratas circenses.
Estos comentarios que voy desencadenando con cierto desgano, no son producto de malas intenciones, ni de interesado partidismo político, sino más bien de una necesaria voluntad de llenar un vacío del periodismo en general ,que parece no advertir un fenómeno de incapacidad o ineptitud que merece un tratamiento responsable en sus editoriales, por el bien de una sociedad mal gobernada. Estoy convencido de que la constitución y las leyes nos proporcionan las herramientas apropiadas para encarar debidamente esta falencia, y que es de rigor usarlas por el bien de la república.