Los tiempos
actuales nos están mostrando una visión preocupante sobre la cualidad e índole
de la naturaleza humana de nuestra sociedad. Es cierto que siempre han existido
grados de egoísmo, indolencia, agresividad y ambición propias del ser humano,
en diferentes etapas de la vida, pero nunca pude suponer que estos vicios se
revelaran a mis ojos en forma tan patética y deplorable en nuestros días.
Me ha preocupado constantemente la educación de los niños, rehenes siempre de la
política, sometidos a planes de estudio ideológicos, a procedimientos de
calificación pedagógica de carácter populista que los lleva a una total
desorientación, que no miden su capacidad en los exámenes, proporcionándoles
una igualdad ficticia conformista que les quita todo deseo de adelanto y mejora.
Permanentemente han sufrido las medidas de fuerza de los docentes que los
utilizan como carne de cañón para el logro de sus exigencias, la mayoría
influenciadas por la política sindical, prolongados días sin clases que parece
no importar a nadie.
Evidente, los niños no pueden hacer huelga para que sean
escuchados en la defensa de sus derechos y son testigos de la marcha con
tambores, banderolas y gritos destemplados en espectáculos vergonzosos de
aquéllos barbudos mal entrazados, que son llamados a educarlos. Las clases magistrales a cargo de militantes de la Cámpora, durante más de catorce años con un muestrario de símbolos, banderines, y enseñanzas del relato y las revisiones históricas que anulaban a nuestro sagrado pasado, con próceres incluídos, tuvieron su resultado negativo con la pobre clasificación de nuestra juventud en los eventos internacionales.
En una palabra,
como dije, los niños son sus rehenes..
Contemplemos ahora la afectuosa y
adecuada atención de que son objeto nuestros ancianos en el devenir diario de
sus últimos años de existencia. Nuestra definición no sería la más apropiada
para los ojos y oídos de nuestros pacientes lectores, pero eludiendo esos
términos y yendo a la cruda realidad podemos afirmar que, más por perversidad
que por desinterés, son condenados al descarte, sin piedad ninguna. Recuerdo en
mis años de mocedad cuando asistía a reuniones familiares y sociales, tenía una
especial preferencia por acercarme a los ancianos, con respeto y afecto, para escuchar
sus relatos de tiempos pasados y aprender de su valiosa experiencia.
Es bien
conocida la respetuosa consideración que en los gobiernos de la antigüedad se
brindaba a los ancianos, los que formaban parte de los mismos como consejeros y
o senadores, apreciados por su experiencia. En países modernos he podido presenciar el buen trato que la
sociedad y los gobiernos les brindan con
privilegios ambientales y de recreación adecuados a su edad. Sobre este
particular es mucho lo que he escrito en mi blogspot, pues es otro de los temas
que me apasiona. En un lejano blogspot de enero de 2015, escribía: "La tercera edad existe y no es descartable,. La ingratitud y el desprecio hacia los mayores no puede tener cabida en una sociedad cualesquiera sean su identidad política o su ideología."
En la Carta
Abierta que le enviara al señor Presidente Mauricio Macri, el 23 de febrero, me
hago cargo de la defensa de los jubilados, no por mi caso en especial que sólo
cito como ejemplo, con datos concisos y reales, sino por los sufridos
litigantes objeto de una dramática injusticia y de un trato inhumano.
Así como
hablábamos de los niños, también los ancianos son rehenes de los huelguistas,
pues el sindicato de la Justicia había quitado la colaboración al programa de
los jubilados, lo que impedía llevar adelante las homologaciones
correspondientes al plan de Reparación Histórica. La medida de fuerza era para
que se nombrara nuevo personal.
Veamos
entonces: no hay clases, que los niños
no estudien, no nos interesa que se “aburran”, hacemos huelga de tres días y la
semana que viene otros tres días. Son indefensos y vulnerables.
No trabajemos en los tribunales, que los
jubilados se mueran de hambre, son indefensos y vulnerables.
Aquí estamos
en la presencia más expresiva de la famosa máxima. “El fin justifica los medios”.
Queda
demostrado el por qué de mi visión preocupante sobre la naturaleza humana de
nuestra sociedad. Los niños y los ancianos ya no cuentan para nada y son
despreciados. Son nuestros prójimos más cercanos si cabe la redundancia y a
ellos se refirió Nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo:
-“Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas”.
-“Amarás tu
prójimo como a ti mismo”.
-“No existe
otro mandamiento mayor que éstos".