En los
gobiernos democráticos, monárquicos. oligárquicos, populistas, dictatoriales, y
de todo calibre existen leyes, ordenanzas, protocolos reglamentaciones que
tratan de ordenar el desarrollo de las actividades civiles del ser humano de la
mejor forma posible, aunque es sabido que por lo general no se cumplen, por el
ciudadano de a pie como por el funcionario de a carroza.
Nuestro
querido, agotado y azotado país no escapa a esas vallas políticas y culturales,
que se saltan olímpicamente al igual que en los eventos deportivos.
Un ejemplo que
se adapta como media al pie o anillo al dedo es el del problema suscitado en
nuestro país en relación con el caso penal abierto a la expresidente Cristina
Fernández, acusada de “traición a la patria”. La gravedad del caso gira
alrededor de la orden judicial de pedir su desafuero como senadora para
proceder a su prisión preventiva. Se ha
desatado un alud, catarata, vendaval, huracán de opiniones políticas en todos
los círculos mediáticos, culturales, sociales, parlamentarios, sindicales, que
no consisten en debates basados en razonamientos ilustrados y respetuosos,
sino en contundentes y golpeadas
sentencias irrebatibles, proferidas con gestos adustos cuyo representante más
análogo a esta adjetivación es el periodista Nelson Castro, cuyas afirmaciones
en contra del fallo del juez, son clases magistrales de derecho penal dictadas a través de la pantalla con la
seguridad de no ser rebatidas por los desarmados televidentes que sólo atinan a
arrojar un almohadón al televisor, en desacuerdo con la doctrina garantista del
profesor prostibulario Zaffaroni.
La ceguera
de una ideología y una petulancia ridículas no se amilana ante hechos similares
que no son considerados por el gran censurador de las opiniones ajenas. Sin
ánimo de entrar discusiones bizantinas, tenemos los casos de más de dos mil
prisioneros políticos en los juicios de lesa humanidad, que sufren prisiones
preventivas desde hace varios años sin sentencias y en algunos casos sin
siquiera procesos que son un paradigma
de la injusticia alegada por el batallador periodista, es decir , la libertad
del acusado, considerado inocente, mientras no se pruebe su culpabilidad. El blasón que estima como un honor a su conducta
profesional de comunicador periodístico, se le cayó en esta oportunidad porque jamás
ha dedicado su doctrina a la defensa de los casos citados.
Abono la
opinión de que es de rigor el desafuero de la ex mandataria, aunque no haya
sentencia definitiva y me baso en el simple hecho de que esa sentencia puede
demorar más de 20 años.
La acusación
es la más grave contemplada en el Código y ante la duda sobre su culpa o
inocencia, es inmoral que represente a una provincia como senadora.
En el blog
anterior hicimos mención a las consecuencias que puede deparar el remanido “costo
político” cuyo valor prevalece sobre el costo social que debe primar en la
promulgación de una ley. El mismo concepto mencionamos con relación a este caso
que compromete el acuerdo político de las reformas jubilatoria,tributaria y
laboral. Nos encontramos ahora con un fárrago de leyes, jurisprudencia,
opiniones de constitucionalistas, legisladores, políticos los inefables
periodistas y consultores, que sólo traen confusión kafkiana al problema
Ante tanta
incertidumbre, fuera de toda solución legal y convencional, aparentemente
inalcanzable, debe privar el sentido común y buscar una figura de forma legal,
para que se tome la decisión unánime o mayoritaria de otorgar licencia o separación provisoria del cargo a la
senadora, hasta tanto se pronuncie la sentencia. Con ello se evitaría que una
persona, objeto de gravísimas acusaciones, si resultara culpable, haya asumido
como senadora y ejercido sus funciones durante varios años, como “Traidora a la
Patria” En el caso inverso, de obtener la sentencia favorable, se integraría
con honor a la Cámara de Senadores.
La
sugerencia no es descabellada pues el sentido común es producto de la
experiencia, como reza el título de nuestro blog, “Habla la Experiencia” y se
construye por la realidad y la cultura. Para la Real Academia Española el
sentido común es “Todo aquello que es consecuencia de lo natural y legítimo” Hay
un dicho popular que dice que el sentido común es el menos común de los
sentidos, y aunque es una bien construida ironía, en la realidad muchas veces puede ser cierto.
Personalmente,
lo he sufrido, pues hace muchos años, luego de la Revolución Libertadora, mi
sentido común fue pensar que el peronismo había terminado.