miércoles, 1 de abril de 2020

LA CUARENTENA Y LA DROGA

Sólido y arraigado mundialmente es el repugnante tráfico de la droga, de exhorbitantes ganancias y mortales resultados. Hasta submarinos, barcos y aviones son ampliamente utilizados por mafias millonarias para la distribución de su maldito veneno.
Involucrados en el rentable negocio vemos gobiernos dictatoriales y falsas democracias que gozan del poder abiertamente para someter a sus pueblos a una vergonzosa esclavitud sin dar mayor importancia a la calidad del producto, sea yerba buena o de la otra.
Ahora viene a interferir la pandemia del Coronavirus que obliga a la utilización de recursos extraordinarios de cuarentenas que se van extendiendo en su duración a medida que se acrecientan los contagios y muertes en forma alarmante.
Mal negocio para los mercaderes de la muerte, pues la lucha contra el virus supone el fuerte control de las fuerzas de seguridad para evitar la movilización de la gente que, en términos reales, deja a las ciudades, pueblos y caminos en fantasmagórica soledad, un escenario conflictivo para el desarrollo de sus actividades.
Es muy peligroso que los ratones se queden sin queso. Los días de forzoso encierro van aumentando la desesperación de entregadores, dealers y recibidores, drogadictos.
Resulta que en otro orden la medida es sumamente eficaz para combatir el narcotráfico y mejorar los tratamientos médicos a los adictos, pero también es un toque de alerta para los funcionarios y fuerzas de seguridad destinadas a un rígido control de sustancias que van acompañadas de tentadores y muchas veces irresistibles sobornos millonarios.
Era de prever la enorme influencia del sistema sanitario de cuarentena sobre el movimiento del tráfico de drogas, en especial porque debido a sus características los controles acceden a tirios y troyanos, es decir también a sus magnates, acopiadores, distribuidores, negociadores, mayoristas, minoristas, mulas, a todo el mundo alucinógeno
Estamos en conocimiento de cruceros navegando sin rumbo, a la espera de algún puerto que permita el desembarco de sus miles de pasajeros en obligada cuarentena. Imaginamos también los submarinos y barcos, en iguales condiciones, pero con diferentes cargamentos en busca de amarrar en puertos clandestinos, y aviones con la valiosa y prohibida carga aguardando el permiso de aterrizaje de alguna torre de control.
Nos sobrecoge la siguiente duda Los países que no estaban preparados para la invasión de este flagelo y que volcaron todos sus esfuerzos para combatirlo ¿lo estarán para la defensa del ataque de una fiera herida como el narcotraficante acorralado?