El derrocamiento del tirano Juan Domingo Perón debe ser recordado como un episodio histórico por el que se recuperó la libertad de los argentinos. Con la justa definición de Revolución Libertadora, civiles y militares, el pueblo todo, sojuzgado por un personaje siniestro, puso fin a la pseudo democracia convertida en fascismo.
Al comprobar el silencio de los medios periodísticos sobre este inolvidable hecho de nuestro acontecer histórico, viene a nuestra memoria el mismo ominoso silencio que se guardó desde 1955 hasta hoy, producto de las graves secuelas que dejó un régimen autoritario en su máxima expresión, que lavó conciencias y compró voluntades.
Los partidos políticos, el periodismo, la iglesia, la sociedad en general mantuvieron inconscientemente la obediencia a la orden emanada sigilosamente de los sucesivos gobiernos de no recordar ni criticar al ídolo de barro caído, y fugado en cobardía. Todavía subsiste la tendencia a la calificación de “gorilas” a los valientes que reaccionaron con justicia, y todavía hay homenajes y estatuas en recuerdo de una denigrante figura del acontecer nacional.
¿Es que alguien puede explicar la repugnante contradicción de que justamente hoy 16 de septiembre seamos testigos de la próxima inauguración, el 8 de octubre, de una estatua ,en el medio de la ciudad de Buenos Aires, erigida en honor del émulo y admirador de Mussolini y Hitler? ¿Que contemplemos absortos en estos días, el renacer de los textos infantiles con imágenes controvertidas de la Presidente, al igual de las que se impusieron con reproducciones de Evita y Perón en aquella época aciaga?
Rindo honor a los ciudadanos, civiles y soldados de aquél 16 de septiembre de 1955 que derrotaron a la tiranía de Perón. Nos queda a nosotros los testigos y sobrevivientes , y a los nacidos con posterioridad y que tardíamente van conociendo la verdadera historia ,seguir la lucha por la libertad, la democracia y la recuperación de la República.