Lamentablemente, nuestra sociedad argentina es el fiel reflejo de la inmoralidad, de la obscenidad y del repudiable paso por la misma de un sujeto despreciable y de extrovertida inmoralidad personal, judicial y extra judicial que lleva el título y desempeña el cargo de Juez de la Nación
Con sorna, propia de su manifiesta degeneración, nos dice que se jubila, en estos petulantes términos, “Me voy porque quiero, tengo 500 ofrecimientos más divertidos que esto.” Este envilecido personaje tomaba la justicia cono una diversión, pero no es necesario que nos explique en qué consisten los 500 ofrecimientos más divertidos. a disfrutar.
Los servicios del prostíbulo gay Spartacus pueden ser unos de los tantos que satisfagan sus deseos incontrolables de más de 500 posiciones indecentes y censurables, tanto como sus sentencias judiciales.
Este siniestro personaje no debe jubilarse alegremente luego de su vergonzoso pasado. La sociedad venal a que aludimos al comienzo, debe reaccionar y exigir un juicio político, sobrados motivos existen para ello. Existe innumerable cantidad de denuncias y advertencias de la Corte sobre sus procedimientos.
La política de saneamiento emprendida por el nuevo gobierno, no debe permitir que el juez de mayores escándalos del poder judicial puede retirarse impunnemente burlándose de la ciudadanía.
Dejó prescribir casos graves de suma importancia beneficiándose con ello con la mayor impunidad. Aprobó velozmente, en tiempo record, el sobreseimiento del matrimonio Kirchner por enriquecimiento ilícito basándose en un informe del mismo contador de lo imputados.
Por esa complicidad para resultar funcional a los deseos del kirchnerismo, y por subrogar en otro juzgado, a Oyarbide le tocaron muchas de la causas más sensibles de aquel régimen. Por ejemplo, en la investigación del desvío de fondos estatales para la construcción de viviendas sociales a cargo de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, en la que estaban acusados Sergio y Pablo Schoklender, Oyarbide demoró dos semanas en realizar un allanamiento. El magistrado no sólo hizo gala de su proverbial lentitud. Al intervenir por primera vez en el expediente, la Sala I de la Cámara Federal lo criticó y lo instó a precisar qué investigaba y quiénes eran los acusados.
Luego de la escandalosa suspensión de un procedimiento por él ordenado, obedeciendo un pedido de Carlos Liuzzi, el segundo de Zannini Secretario Legal y Técnico de la Presidencia, se negó a desarchivar un expediente en el cual había sobreseído al citado funcionario. La solicitud fue del fiscal Patricio Evers, por una cuestión de decoro. Oyarbide le contestó al fiscal Patricio Evers que de su decoro se ocupaba él mismo. Pero no aclaró si se ocupaba cuanto concurre a los saunas y baños turcos. Tampoco aclaró si se estaba ocupando de su decoro cuando dijo que al recibir la llamada telefónica que le ordenaba suspender el procedimiento se hallaba en "un evento importante, con personas muy agradables".
La lista de las vergüenzas es larguísima. No se recuerda un juez federal que haya degradado tanto su función hasta reducirla a una decadente caricatura de lo que debe ser un magistrado, dice La Nación. Por ejemplo, con el escándalo por el anillo de brillantes que, por valor de 250.000 dólares, solía lucir sin recato, y del que no dio explicaciones acabadas.
Al inefable juez habría que explicarle que decoro es dignidad,honestidad, recato, honra, decencia, respeto a la moral.
¿Hay honestidad en sus fallos? ¿Hay recato en la exhibición ostentosa de un anillo muy valioso? ¿Hay respeto en su comportamiento público, al mostrarse desnudo en un festejo carnavalesco.?
Oyarbide le hace honor al poema de Góngora "Ándeme yo caliente y ríase la gente."