En
el blogspot de ayer en el que hacíamos un comentario acerca de la entrevista
realizada en TV a la abogada Victoria Villarruel, dimos un pantallazo sobre la
desafortunada intervención que le cupo al
doctor Ricardo Gil Lavedra. Hoy, casualmente, el diario Clarin publica
un artículo del mencionado político con el sugestivo título “Gómez Centurión,
negación y bochorno”.
Aparentemente
ha caído en la cuenta de su desubicación en el referido programa, donde habló
de este tema, fuera de lugar, y ahora decidió ponerlo en contexto, para salir de
ese bochorno.
En
dicho artículo no hace más que reiterar sus expresiones televisivas, acusando
al titular de la Aduana de “negacionismo”, aclarando que este concepto se
refiere al movimiento intelectual y político que intenta desconocer,
relativizar, deslegitimar o trivializar el holocausto discutiendo el número de
víctimas, el alcance de la persecución, la ubicación de las cámaras de gas, la
existencia de epidemias, etc.
Por
lo tanto y salvando las diferencias, dice, Gómez Centurión ha cometido un claro
acto de “negacionismo” de nuestra propia tragedia, (que por poco llama holocausto),
minimizando su gravedad y diluyendo las responsabilidades.
Para ubicar al
lector, esta grave acusación responde a unas declaraciones radiales del
denunciado “negacionista” cuando manifestó no creer en la existencia de un plan
sistemático del militarismo para aniquilar a la ciudadanía, es decir, una opinión
que muchos de nosotros comparte.
Al
transcribir más adelante sus diatribas, no es posible entender contra quienes
se realizaba esta represión”ilegal”, ¿eran tropas extranjeras? ¿eran fuerzas
subversivas? ¿eran indígenas invasores? Si no eran terroristas organizados,
¿para qué las torturas sistemáticas?
Toda esta dantesca verborragia del ex
presidente de los tribunales que dictaron prisión perpetua a los miembros de la
Junta Militar, toma una proporción gigantesca cuando reitera su teoría de la
macabra y sanguinaria diversión de los militares en un rapto de locura afirmando,
“El
Terrorismo de Estado en Argentina en las décadas de 1970 y 1980 fue un período
de terrorismo de Estado llevado a cabo en el país que culminó con la última
dictadura cívico-militar denominada “Proceso de Reorganización Nacional”, que
gobernó la Argentina entre comienzos de 1976 hasta la restauración de la
democracia en 1983. Durante este tiempo el Estado realizó un régimen de
represión ilegal, violencia indiscriminada, persecuciones, tortura
sistematizada, desaparición forzada de personas, maniulación de la información
y demás formas de terrorismo de Estado. Se estima que durante ese período las
fuerzas represoras del gobierno de facto hicieron desaparecer a aproximadamente
30.000 personas”
Cuando
nos dedicamos a expresar por escrito
nuestros comentarios, volcamos en el papel hechos concretos que, las más de las
veces, transcribimos a fin de evitar una doble interpretación. Guardamos
sinceridad, objetividad y aceptamos divergencias y opiniones contrarias, pero
aún cuando dejamos al lector el libre albedrío para el análisis de la lectura,
sentimos la obligación de brindar nuestro parecer sobre el tema explicitado.
En
este caso en particular creemos percibir cierta petulancia en el actor principal,
el doctor Gil Lavedra, provocada posiblemente por la relevancia que adquirió su
figura en 1985, en su gestión de condena a los miembros de la Junta Militar.
Sus
antecedentes lo ubican como procurador general en la Corte Suprema de Justicia,
durante el Proceso de Reorganización Nacional. Fue Vicepresidente del comité contra
la Tortura de las Naciones Unidas entre 1987n y 1995. Entre 2001 y2003 se
desempeñó como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) Entre
2002 y 2005 fue Conjuez de la Corte Suprema de la Nación. En 2016 se constituyó
en abogado defensor de la Vicepresidente Gabriela Michetti, investigada por
lavado de dinero a través de la fundación SUMA que preside.
Actualmente
se desempeña como asesor en el programa Justicia 2020 impulsado por el ministro
de Justicia, Germán Garavano.