Sabemos que
se presentaron 60.000 voluntarios en la Provincia de Buenos Aires, para asistir
a los centros educativos durante el paro convocado por los docentes para el
6 y 7 de marzo, fecha de la iniciación de
las clases.
La gobernadora de la Provincia piensa
convocarlos para acompañar en redes de educación no formal, como comedores,
asociaciones parroquiales y clubes de barrio donde se brinda apoyo escolar. El
plan se denomina Mi Parte por la Educación
Lo
importante y destacado de todo esto consiste en el objetivo que mueve a esta
medida, que no es otro que el de tomar conciencia de que los niños no pueden ser
siempre las víctimas vulnerables y rehenes permanentes de las desinteligencias
y discordias entre los mayores.
Acabamos de
publicar nuestra opinión, en nuestro blog, acerca de la falta de consideración
advertida en nuestra sociedad con respecto al tratamiento del prójimo, bajo el
título de “Mis niños y mis ancianos”, y nuestra inquietud, más que
preocupación, se ve ahora justificada al tomar conocimiento de las críticas que
se alzan contra un propósito netamente humano de asistir a nuestros niños. Se desnaturalizan los objetivos con argumentos
materialistas de orden sindical, político y profesional completamente alejados
del término niñez. Los comunicados oficiales de municipalidades populosas como
La Matanza y Avellaneda anuncian la prohibición de aceptar la entrada de
voluntarios que interpretan como un “ninguneo” a los docentes o como “rompehuelgas”,
pero ya no es el caso de que estén evidenciando el total desinterés en los
alumnos, sino que, como decimos en nuestro artículo, los usan como carne de
cañón, pues advierten que se pone en peligro la integridad física de los niños.
Perversa actitud que no tiene perdón.
Nadie quiere
ningunear ni romper huelgas, señores intendentes, sólo se busca la tranquilidad
y la paz de nuestros pequeños, pues no se puede negar que esta confrontación
les hace mucho mal.
Si no fuera
por mi avanzada edad, con gusto me ofrecería como voluntario, únicamente para
reunirlos en la clase y contarles cuentos, jugar con adivinanzas, entretenerlos
y colaborar con sus padres con una asistencia al colegio que les permita sus
quehaceres en tiempo escolar. Normalizada la situación, reanudarían sus
actividades estudiantiles y yo quizá solo en mi hogar, feliz de haber dado
cariño, entendimiento y alegría a mis niños.