Durante su campaña electoral y el mismo 10 de diciembre de 2019, día en que asumió la primera magistratura, el presidente Alberto Fernández prometió una reforma judicial y la revisión de las sentencia de jueces a los que acusó nombrándolos, como un paso directo a restringir la autonomía del Poder Judicial y con el velado propósito de anular los juicios de corrupción en que se halla procesada la vicepresidente.
A los pocos días citó al Congreso a sesiones extraordinarias en época de feria, para el tratamiento del proyecto de ley de la Reforma Judicial, mientras lo preparaba a puerta cerrada con Beliz, la ministra de Justicia Marcela Losardo y Vilma Ibarra a cargo de la Secretaría Legal y Técnica de la Nación.
Una ley de esta naturaleza debió ser previamente discutida con juristas, políticos y asociaciones afines al bien público, lo que fue ignorado.
Es posible que la ampliación de los miembros de la Corte se vea incluído en la reforma, pues aunque manifestó su opinión contraria, el presidente cedió ante la fuerte presión de la vicepresidente y aceptó la discusión del tema en un consejo consultivo.
En una entrevista televisiva del 8 de marzo el fiscal Carlos Rivolo dijo que el Gobierno nunca los consultó sobre los cambios que impulsa. "A la política no le gustan las resoluciones de los jueces", agregó. Por su parte, el fiscal Stornelli expresó su peocupación ante la semejanza del proyecto con el aumento de lo miembros de la Corte a nueve, realizado por Menem, con lo que obtuvo la mayoría automática.
Aparentemente la imprudencia evidenciada por el Presidente de tratar con urgencia la reforma judicial con llamado a sesiones extraordinarias, alentado o exigido por su Vicepresidente, se ha visto contenida, posiblemente advertido de la gravedad que encierra un asunto de gran importancia institucional.
Pasó el tiempo, y continuaron las presiones de Cristina, una de ellas que el proyecto ingresara por el Senado, donde ella tiene mayoría, en lugar de Diputados, lo que obligaba a que el Presidente postergara la presentación, una vez más.
En una entrevista con C5N, el Presidente afirmó: "Estamos trabajando sobre la reforma de la Justicia. Es un tema complejo y delicado. Queremos una Justicia Federal más activa. Estamos evaluando cómo podemos construir una nueva Justicia Federal. Estoy trabajando personalmente en el tema".
Las contradicciones del presidente, repetidas al cansancio, la demora en tomar decisiones, diversas postergaciones, provocan una confusión y un cansancio en el Gobierno. asediado por la pandemia y los sucesivos vencimientos sobre el tema de la deuda, con el peligro de default.
De los comentarios de las conversaciones mantenidas por componentes del oficialismo surgía la existencia de una discrepancia de criterios en el área presidencial, que se iba inclinando a favor de la vicepresidenta obsesionada con desplazar a los jueces y fiscales que están al frente de los juicios por corrupción.
Era sabido que la redacción del proyecto había corrido con la autoría de Beliz con el que Cristina no simpatizaba y no lo disimulaba.
La reforma judicial, con siete años de demora es el mejor ejemplo de lo dicho. Por quinta vez el presidente Fernández anuncia hoy el envío esta semana al Congreso Nacional del ajetreado proyecto, que nadie conoce.
Sabedor el cristinismo duro de la inminencia que ello implica, adelantó el ataque con la propuesta en el Consejo de la Magitratura del desplazamiento de más de 30 magistrados, barrida que se encontró con la fuerte negatica de la oposición. El asunto debe pasar por una reñida votación.
No es procedente ni aconsejable que en estos cruciales momentos económicos y de cuarentena interminable, se lleve a cabo el tratamiento y discusión de un tema de tanta magnitud y trascendencia que merece un estudio serio y responsable, en un ambiente sosegado, libre de presiones políticas.
Por lo demás, se adelantó la propuesta de la formación de 23 nuevos juzgados para llegar a un total de 46, con los consiguientes gastos que ello implica, frente a la caótica situación de la economía.
Todavía quedamos al acecho de una quincuagésima postergación, nada inusitado en el mar proceloso en que navega el gobierno con sus idas y vueltas, demoras, contradicciones, postergaciones, e incertidumbre que venimos sufriendo.