miércoles, 28 de abril de 2021

CRUDA VERSIÓN PERIODÍSTICA NO ALARMISTA, PERO ALARMANTE

 La nota publicada en la edición del diario La Nación del día 27 de abril por la periodista Maia Jastreblansky es una demostración innegable de que nuestro gobierno se dirige resueltamente a un nuevo orden y alianza con los países populistas latinoamericanos.

Como se verá, el artículo está relacionado con la importante asesora del presidente Alberto Fernández Cecilia Nicolini, que viajó al menos tres veces a Moscú para negociar la vacuna Sputnik V.
Estrechamente conectada con líderes y destacados militantes comunistas, colaboró en la creación del Grupo de Puebla, y fue una pieza fundamental en la logística de la segunda reunión del Grupo de Puebla en Buenos Aires del 8 al 10 de noviembre de 2019, cuyo liderazgo asumió insólitamente nuestro recién ungido Presidente de la Nación.
La nota mencionada, que reproducimos más abajo, no es alarmista, pero alarma, su redacción no es brillante ni pretenciosa, pero tiene la virtud de ser objetiva y realista con la narración de hechos verídicos y cruce de personajes que nos conducen a lo manifestado en nuestro primer párrafo, condenados al populismo.

“Mi trabajo es solucionarle los problemas al Presidente”. Cecilia Nicolini suele definir de ese modo su función en el Gobierno. Aunque en su tarjeta de presentación figura el cargo de “asesora presidencial”, la funcionaria se convirtió en una jugadora todoterreno para Alberto Fernández en la carrera mundial por las vacunas contra el coronavirus. Desde un despacho perdido en el tercer piso de la Casa Rosada, se ocupa del relacionamiento con los laboratorios, de negociar contratos y posibles cronogramas de entregas. Está encargada, en definitiva, de una diplomacia ad hoc para tratar de ubicar a la Argentina en un lugar más expectante en el reparto mundial de las dosis.
Nicolini viajó al menos tres veces a Moscú y es la encargada de mantener viva la llama del relacionamiento estratégico entre la Casa Rosada y el Fondo de Inversión Soberano de Rusia (RDIF). Fue ella la que gestionó uno de los llamados telefónicos que entabló Fernández con Vladimir Putin en el último tiempo. La funcionaria mantiene una línea abierta y constante con el Presidente, que delega en ella cada vez más atribuciones, pero también es una de las pocas integrantes de la troupe “albertista” que logró al menos moderados elogios de Cristina Kirchner.
La vicepresidenta mencionó el trabajo de Nicolini en su discurso en la localidad de Las Flores, el 24 de marzo pasado. Fue en la misma alocución en la que -sin mencionar a Fernández- reclamó pedirle un plazo más extenso al FMI para reembolsar la deuda. La vicepresidenta, sin embargo, agregó entre líneas que fue gracias a la afinidad que el kirchnerismo forjó con Moscú que Putin le abrió las puertas del Kremlin a la Argentina durante la crisis del Covid. Días después, Axel Kicillof y sus ministros se ocuparon de resaltar su rol como facilitadores para iniciar las gestiones con Rusia en una etapa preliminar, cuando orbitaban también lobbistas en nombre del Kremlin.
Nicolini estaba en Moscú días atrás cuando arribaron las primeras 21.000 dosis de prueba fabricadas por el laboratorio Richmond para que el Instituto Gamaleya las estudiara y así dar inicio a la fabricación argentina de la Sputnik V. La funcionaria mantuvo allí una cena de celebración con el presidente de la empresa farmacéutica, Marcelo Figueiras, y con el ministro de Economía, Martín Guzmán, que se encontraba de gira buscando respaldos para la negociación de la deuda argentina.
Es que Nicolini se había zambullido de lleno en el proyecto de Richmond. Además de tender puentes entre Figueiras -un empresario de buenos vínculos con el kirchnerismo- y el RDIF, intervino en las gestiones para que el principio activo que utilizó el laboratorio para hacer las primeras pruebas fue trasladado en uno de los vuelos de Aerolíneas Argentinas que trajeron dosis rusas. Si bien la gestión de Fernández aún no firmó ningún convenio con Richmond, ya existe un compromiso de palabra para que la Argentina esté en primer orden para recibir las vacunas que se fabriquen en el país.
Pero las negociaciones de Nicolini no están vinculadas solo con Moscú. La funcionaria trabaja en tándem con la ministra Salud, Carla Vizzotti, con quien mantiene una relación estrecha. La Cancillería hace su papel, pero ella activa una diplomacia directa con los proveedores de vacunas mundiales por pedido de Fernández.
En ese papel, hoy Nicolini se sintió habilitada para decir que se “reactivaron” las negociaciones con Pfizer, un caso que para la Argentina parece perdido por los cortocircuitos legales entre el Gobierno y la compañía en torno las cláusulas y condiciones en el contrato. “Vizzotti ha retomado las negociaciones con Pfizer para entender el estado de situación y cómo se pueden generar cambios para avanzar con un posible contrato”, dijo la asesora presidencial.
Pero luego en Casa Rosada relativizaron sus declaraciones. Aseguraron que nada cambió en la novela con Pfizer y que las conversaciones nunca se clausuraron del todo, pero tampoco avanzaron en el último tiempo. Ayer nomás, fuentes del Gobierno habían difundido un artículo de The New York Times que hacía hincapié en las exigencias de Pfizer a los países para quedar protegidos ante eventuales demandas.
Su perfil
Politóloga, de 37 años, cuando Fernández la convocó para que se integrar al gabinete Nicolini vivía en Boston junto con su marido español, con la intención de dedicarse a la vida académica -asistía a un programa en Harvard- y a la consultoría internacional. Hoy administra, además, el grupo “mujeres gobernando” que nuclea a las funcionarias del gabinete.
Nicolini entró en el ecosistema de Fernández gracias a Marco Enríquez Ominami, un dirigente chileno ultraopositor a Sebastián Piñera que es amigo del Presidente y colabora para posicionarlo entre los líderes antiliberales de la región.
Mucho antes de que Fernández fuera entronizado como candidato presidencial, Nicolini conoció a Enríquez Ominami (“MEO”) en una conferencia internacional en París y desde entonces se involucró activamente en sus iniciativas para la integración regional de los referentes de centro izquierda. Tras recibirse de politóloga en la UCA, había trabajado de muy joven durante el gobierno de Néstor Kirchner en el Ministerio de Turismo de Enrique Meyer. Allí se ocupó de la creación de la “Marca País”. En 2007, se mudó a España para realizar un máster en comunicación política. Terminó viviendo allí diez años, hasta que se mudó a Boston.
Desde allí comenzó, bajo el ala de Enríquez Ominami, a trabajar para la creación del Grupo de Puebla. El foro vio la luz en julio de 2019 en esa ciudad de México y aglutinó a exmandatarios como Lula Da Silva (Brasil), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador) y José Mujica (Uruguay) con la aspiración de robustecer un eje progresista en el continente.
En noviembre de ese mismo año, cuando Fernández ya había ganado las elecciones, Nicolini fue una pieza fundamental en la logística de la segunda reunión del Grupo de Puebla en Buenos Aires. La cumbre culminó con una cena en el Café de las Palabras, el reducto del diputado Eduardo Valdés en Almagro, a la que asistieron Fernández, Dilma Rousseff y Mujica.
“Quiero que seas mi asesora con un foco en las relaciones internacionales”, le propuso Fernández cuando ganó las elecciones en 2019. Nicolini le dio un vuelco a sus planes y el 6 de diciembre, al filo de la asunción presidencial, recalculó su rumbo profesional y volvió a Buenos Aires.
Maia Jastreblansky