Las verdades
y la premonición contenidas en este artículo sorprendente escrito hace tres años
por un periodista, Carlos Mira, en plena vigencia del cristinismo, adquieren un
valor histórico social trascendental pues fue publicado, sin temor, en un
editorial, en el mismo campo de batalla y con una claridad y certeza que ningún
historiador, ni periodista en la actualidad podría superar, ni siquiera igualar.
Hiela la
sangre el pensar que ante la trágica realidad narrada sin eufemismos, el país,
su población, haya podido sobrellevar sin reacciones este vasallaje indigno y
perverso durante tanto tiempo y que recién hace un año pudiera salir del
infierno mediante un acto eleccionario salvador.
La lectura
de esta corta página, maravillosamente resumida, nos provoca un dejo de
inquietud y desánimo, cuando comprobamos que los vicios en ella enumerados
persisten en muchos niveles del nuevo gobierno y de la sociedad
.Recomendamos
muy especialmente la lectura de los dos últimos párrafos de algo que, escrito
hace tres años, constituye una acertada premonición.
La destrucción moral
EDITORIALES
Todo se está cayendo a pedazos. Finalmente una historia de mentiras y
falsedades, vendida a fuerza de escenografías vacías y oropeles de fantasía,
dejan paso a lo que han generado diez años de kirchnerismo.
Muchos podrían tentarse en este punto y sentir una enorme compulsión a
enumerar los tremendos desbarajustes económicos que el gobierno de la familia
Kirchner le han provocado innecesariamente al país. Dislates provenientes de la
impericia, el desconocimiento, la terquedad, los rencores y una furia
inexplicada contra el mundo que solo se puede entender en mentes inhóspitas y
pobladas de ignorancia.
Pero esos estragos no son nada al lado de otros males mucho peores que
la \"década ganada\" nos ha dejado. La peor cosecha del huracán
\"K\" no se mide en números económicos, lamentablemente. Si bien ese
costado es alarmante, no es el más costoso.
Los Kirchner han descompuesto a la sociedad. Si algo quedaba en pie de
ese entramado después de las calamidades del 2001, Néstor y Cristina se
encargaron de detonarlo. El matrimonio terminó de destruir la ya escasa noción
que la sociedad tenía del distingo que diferencia el bien del mal, lo correcto
de lo incorrecto y lo honorable y de lo vergonzante.
En un aluvión que propagandeó los disvalores de la discordia, la
envidia, el rencor, la división, la falta de respeto y la rebelión contra el
orden y la ley, arrasó con la noción de la convivencia y de la bondad.
Muchos de los comerciantes saqueados de Córdoba y otras provincias veían
las caras de quienes -apenas horas antes- eran sus clientes en los delincuentes
que se llevaban, enfrente de sus llorosas narices, el fruto de su trabajo y de
su ahorro.
Habrán habido allí también, seguramente, malandras, excluidos y
delincuentes \"verdaderos\", pero muchos eran sus propios vecinos,
gente con la que se suponía compartían una comunidad de valores hasta horas
antes del aquelarre.
El kirchnerismo llegó hasta ese hueso de cohesión. Dinamitó las
relaciones de bondad y armonía y llevó un mensaje subliminal de odio y de
prepotencia que contagió a todos con la convicción de que por la fuerza se
puede tener aquello que se desea.
Le robó al mundo, a las empresas y a la sociedad toda. Se vanaglorió de
esa \"viveza\" ante todos, como si la deshonestidad abierta y
descarada fuera una hazaña. Soliviantó el derecho en general y el derecho de
propiedad en particular, trasmitiendo la larvada idea de que todo aquel que
llegó a tener algo en la vida como fruto de su trabajo y de su esfuerzo era un
\"explotador\" y un mal nacido y, en cambio, que el que se apropia de
lo ajeno por el robo y el delito es un pobre hombre al que hay que comprender
por los extremos a los que lo ha sometido la \"exclusión social\",
provocada por los primeros. Al mismo tiempo envío señales de impunidad a los
funcionarios que multiplicaron sus fortunas desde la función pública abierta y
descaradamente como quizás nunca antes lo había visto la Argentina. Ese mensaje
de delincuencia fue decodificado por la masa como un salvoconducto para hacer
lo mismo en el seno cotidiano de la sociedad.
Esta descomposición moral es el verdadero legado del kirchnerismo. Esta
degradación de nosotros mismos como personas, como individuos es lo que
realmente debe medirse como herencia de la que probablemente haya sido la peor
calamidad que, en términos institucionales y sociales, haya conocido el país
desde Caseros.
Los Kirchner nos han hecho peor de lo que éramos. Lamentablemente los
argentinos veniamos viviendo al margen de la normalidad desde hace ya muchas
décadas. La preeminencia de la ley, el valor de la honestidad, la supremacía del
esfuerzo y del trabajo habían sido reemplazados hace rato por un reinado de
diagonales y atajos. En ese imperio, muchos se beneficiaron por la
preponderancia de las malas artes y por la pertinaz costumbre del país de
recompensar a los malandrines antes que a los trabajadores honestos y a los
ciudadanos esforzados.
Hasta adaptamos el orden jurídico positivo a esa tabla de valores
semidelincunciales: siempre el incumplidor fue premiado, siempre el
\"vivaracho\" se llevó la mejor tajada, siempre el que tomaba el
atajo o la banquina obtenía mejor rédito que el que respetaba el camino legal.
Y todo eso lo fuimos receptando en la propia ley como para tornar todo mucho
más coherente.
La crisis de comienzos de siglo ahondó esa descomposición. Y en medio de
ese temblor, llegaron los Kirchner.
Su furia inexplicada e inexplicable profundizó el caldo de cultivo
social; multiplicó y explotó para su provecho la indignación en lugar de
mitigarla y tiró nafta al fuego, en lugar de apaciguarlo. Hizo lo que muchos
-con ejemplar simpleza- definen como fascismo: se subió a un balcón y le dijo a
la mitad de la sociedad que todos los males que padecía eran culpa de la otra
mitad.
Los argentinos no necesitaban ese combustible. Pero lo tuvieron a manos
llenas, casi como distribuido con morbo. La cosecha de esa siembra es lo que
vemos hoy: vecinos que les roban a sus vecinos, en una orgía de perversión.
¿Alguien puede creer que los reclamos salariales de las policías y las
fuerzas de seguridad provinciales pueden justificar y explicar por sí solos las
dantezcas imágenes que vimos por televisión? Detrás de todo eso están las
consecuencias del diseño social del kirchnerismo: un millón de jóvenes de entre
16 y 24 años que no estudian ni trabajan, no porque no puedan. sino porque
durante 10 años recibieron la vacuna invisible de que es posible vivir sin
estudiar y sin trabajar. Años de repiqueteo con palabras y con hechos, que
respaldaron cortes de ruta, tomas de colegios, hechos de violencia, barras
bravas, desorden, atropellos y la completa desconsideración del mérito, han
llevado a la mente de esos jóvenes la idea de que con unas cuántas amenazas,
robando y, eventualmernte, matando, se puede alcanzar rápidamente lo que el
trabajo solo retornaría luego de años de esfuerzo.
En el fondo, detrás de su coraza revolucionaria, los Kirchner
entronizaron una enorme frivolidad. Y no precisamente aquella que matiza con
los adornos del desarrollo una profundidad de seriedad y trabajo, sino una que
de accesoria, se convierte en principal y en el único motor que parece mover el
horizonte de la vida.
Es probable que una cuántas medida económicas racionales tomadas a
tiempo por alguien naturalmente más creíble que el neomarxista Kicillof, puedan
ordenar el enorme marasmo económico que creó la \"década ganada\";
una década que 10 años después de resonantes teóricos triunfos no le puede
pagar a la policía y debe racionar los escasos dólares que produce porque su
demencial lógica los hace desaparecer como por arte de magia de las arcas del
Banco Central.
Pero el daño moral infligido hasta la médula del esqueleto social
tardará muchas generaciones en ser reparado. La droga, la degradación de los
valores, el trato peyorativo a lo correcto y la banalización del delito solo se
extirparán luego de años y años de perseverancia en los valores opuestos.
Quizás el aspecto positivo colateral de 10 años de kirchnerismo sea
precisamente ese: el saber que la única manera de extirpar el tumor social que
engendró es hacer todo lo contrario de lo que él hizo. Después de todo, una
hoja de ruta hacia el bien, la armonía y la supremacía de la ley estará bien
clara en la Argentina: bastará preguntar qué hizo el kirchnerismo en esos casos
en estos 10 años, y luego hacer todo al revés.
Carlos Mira