Señor Director:
La señora Presidente no puede comprometer a los ciudadanos argentinos con opiniones personales, expuestas públicamente en una conferencia de prensa realizada en un país extranjero, con la finalidad de procurar adhesiones a su política interna.
Eso es lo que llevó a cabo en la ciudad de Nueva York luego de participar en la reunión de la ONU, con el agravante de que nunca brindó una conferencia de prensa en su propio país.
Su intervención en la ONU estuvo fuera de lugar y ajena a la agenda de la reunión. Destiló un resentimiento muy llamativo que responde más a un enojo doméstico contra el mundo que a un discurso de un mandatario en representación de su país.
Quedó expuesta su fragilidad intelectual, al denunciar una planeada conspiración internacional contra la estabilidad de su gobierno.
Ningún estrato económico, periodístico, político, empresarial y social quedó fuera de su acusación. Son todos enemigos, delirio de persecución plasmado en sus duras palabras, sus gestos y el rictus de su boca.
Transitando los últimos momentos de su mandato, no tiene derecho a
llevar al país y al futuro gobierno a un estado de beligerancia, del cual será muy difícil salir. Quizá no repare en el daño que nos ocasiona, o tal vez haya un propósito deliberado. Es muy lamentable. Saludo a Ud. atentamente,
Silvio Pizarro